lunes, 23 de julio de 2012

SEGUNDA SEMANA: MIÉRCOLES

Otro día acababa de llegar a mi vida. Miércoles. Estábamos a la mitad de la semana lectiva. Eso me daba ánimos para seguir.
Me levanté. De pronto recordé lo que había ocurrido la noche anterior porque noté una serie de pinchazos en mi cabeza. “Ya sabía yo que me había pasado”. Me fui directa al baño a darme una ducha de agua fría. Lo necesitaba, y mi cabeza también porque parecía como si tuviera un bombo en mi cabeza tocando sin parar. Cuando salí de la ducha, me miré al espejo. Tenía muchas ojeras, y estaba muy blanca. Hoy me tocaría maquillarme algo más de lo normal, porque no podía aparecer en clase con semejante cara.
Cuando bajé a la cocina mis hermanos no estaban, y mi madre ya se había ido a trabajar, porque no vi sus llaves encima de la encimera de la cocina, como solía dejarlas. Me pareció raro que ni Isaac ni Carla estuvieran. Subí al cuarto de Carla y llamé a la puerta. Nadie me contestó. Abrí la puerta poco a poco. La luz estaba apagada. Ella estaba acostada en la cama. Cerré la puerta.
  • ¿Qué pasa? – me di la vuelta. Era Isaac.
  • Que Carla está acostada aún. Va a llegar tarde.
  • Carla no creo que vaya hoy a clase. Ayer, cuando te fuiste a dormir, se bebió casi media botella de Vodka ella sola con la excusa de que estaba mal por culpa de Eric.
  • Vaya. Y hoy no se puede levantar, ¿no? Menos mal que mamá se ha ido ya y no lo sabe.
  • Si que lo sabe. – dijo mientras miraba al suelo. – Ayer llegó antes de lo que esperábamos, y nos pilló con las manos en la masa. Pero no nos dijo nada. Nos mandó a acostar y a Ben y Edgar los mandó a cada uno para su casa, porque llevaban también una buena cogorza.
  • Si es que no sabéis beber. No os controláis. Yo cuando vi que ya me estaba pasando, me fui a dormir. Lo mismo teníais que haber echo vosotros.
  • La verdad es que si. Nos hubiéramos ahorrado muchos problemas. Ayer mamá no nos dijo nada, porque Carla iba bastante mal, pero en la comida de hoy no nos escapamos. Algo nos va a decir.
  • Seguro.

Fuimos cada uno a nuestra habitación a por las mochilas. Además, cogí mis gafas de sol para el recreo, porque aunque me hubiera pintado, se me notaban las ojeras y esos ojos de resaca que no se podían quitar con ningún maquillaje.
Ese día no nos fuimos en moto a clase, porque Isaac me dijo que no estaba como para conducir. Lo entendí. A penas habría dormido cuatro horas.

Al llegar al instituto, Isaac se dirigió a su clase y yo a la mía. En la puerta me estaban esperando Nanni y Auro. Entramos las tres en clase, y ya estaban allí todo el mundo sentado. Auro y Nanni se sentaron juntas y Fanny me llamó para que me sentara al lado de ella ya que estaba sola. Mis amigas pusieron cara de no comprender nada, pero yo apenas les hice caso. Además, para estar sentada sola, mejor estaba con Fanny. Así podía conocerla algo mejor.
  • ¿Qué tal Leire? En el recreo te podrías venir con nosotras, ¿o no?
  • No sé. Supongo que me iré con mis amigas, aunque luego podría pasarme por la cafetería para estar un rato con vosotras.
  • Vale, me parece bien. Pero recuerda, ven sola, porque Auro no me cae muy bien. – se quedó mirándola mientras que le ponía cara de asco.
  • ¿Y eso? ¿Por qué no te cae bien? Es muy buena chica. Además, cambiarías de opinión si la conocieras.
  • Ya, pero prefiero no conocerla. Tiene pinta de ser igual que Carla, y no me apetece tener otra de esas chicas en mi vida, porque con una me sobra. – dijo Fanny mientras se tocaba las manos.

La clase comenzó. La profesora nos dijo que les diéramos las redacciones que nos había mandado para hoy. Me dijo que si podía recoger los trabajos. Me levanté y fui mesa por mesa para recogerlos. Cuando llegué a la mesa de Ben y Edgar, éste último me guiñó un ojo. Cuando me dio la redacción me dijo sin apenas alzar la voz “luego quiero hablar contigo”. Yo, simplemente, asentí con la cabeza y seguí recogiendo los trabajos. Se los entregué a la profesora y me senté en mi sitio.
  • ¿Qué te ha dicho Edgar? – me preguntó Fanny. No sabía si contarle la verdad, o mentirle. La segunda opción me parecía la más acertada, ya que aún no tenía plena confianza en ella.
  • Me ha dicho que le diga a mi hermano que luego tiene que hablar con él. ¿Por qué lo preguntas?
  • Por nada, porque he visto que te había dicho algo. ¿Es que no sabes que yo estuve con él? - ¿Fanny con mi Edgar?
  • ¿Estuviste con él? No tenía ni idea.
  • Bueno…estar, estar no estuvimos. Solo que mientras estaba con Dani me lié unas cuantas veces con Edgar. Por eso luego Dani se fue con Carla.
  • Si es que Fanny, eso no se hace.
  • Ya…pero es que Edgar es tan guapo… - dijo mientras se giraba para mirarlo. Yo también lo hice. Edgar hizo un saludo con la mano a las dos.
  • Si, la verdad es que sí. ¿Pero te hablas con él?
  • No, porque luego tuvimos una serie de problemas y… lo que pasa. Pero me gustaría arreglarlo con él. Haber si un día de estos le mando algún mensaje y quedamos para hablarlo. – lo que me faltaba ya, otra rival con la que competir. Como no tenía bastantes…

Cuando la profesora nos riñó un par de veces porque no parábamos de hablar, dejamos el tema. Fanny era muy simpática, y se había sincerado conmigo. Le tendría que dar alguna oportunidad. Y es que con Fanny estaba muy a gusto, incluso a veces más que con Nanni y Auro, porque había ocasiones en las que ellas dos empezaban a hablar de cosas que habían pasado en sus vacaciones de verano, y yo me quedaba al margen en ese tipo de conversaciones.

Pasaron las tres horas y por fin salimos al recreo. Me despedí de Fanny y le dije que luego me acercaría a la cafetería a estar un rato con ellas. Me saqué el almuerzo y las gafas. Hoy hacía mucho sol y mis ojos no estaban como para aguantarlo.
Nos fuimos las tres a nuestro banco. Ellas se sentaron y yo me quedé de pie, porque en cualquier momento aparecería Edgar para hablar conmigo. Estaba impaciente. No tenía ni idea de que quería hablar conmigo, y esperaba que no fuera sobre el número falso que le di la anterior noche.
  • ¿Y eso que te has sentado hoy con Fanny, Leire? – me preguntó Nanni.
  • Es que como os habéis sentado juntas, para quedarme sola, pues me he sentado con ella.
  • ¿Y de que habéis hablado? Porque no habéis parado en las tres horas.
  • Pues de cosas, ¡que más te da! Tú a mi tampoco me cuentas las cosas que hablas solo con Auro. – me había pasado. Tenía que rectificar. – Por cierto, ¿qué tal ayer la tarde de chicas?
  • Muy bien. Te tenías que haber venido. Por cierto, ¿cómo estás? ¿Ya te encuentras mejor? – ni me acordaba ya de eso.
  • Si, gracias. Ya estoy mejor. – contesté mirando al suelo.
  • Me alegro Leire. – sonrió Auro. - ¿Por qué llevas gafas de sol?

Les expliqué lo que había echo la noche anterior. Le conté lo que había hablado con Edgar en el supermercado, en casa, en mi cuarto, etc. Les conté que le había dado un número falso y que pensaba que hoy me iba a decir algo sobre eso.
En ese momento vi con Edgar salía de la cafetería. Me empecé a poner nerviosa, y mis amigas me lo notaron. Pero justamente salió detrás de él Fanny. “No, ahora no Fanny”. Ella le cogió del brazo. Él se giró. Fanny le dijo unas cuantas cosas y se fueron los dos a un banco a charlar. Tenían que hablar justamente ahora que él iba a venir a hablar conmigo. No era justo. Me puse algo triste.
Estuvieron un largo rato hablando. Estaba más pendiente de su conversación que de lo que me estaban contando mis amigas. Los dos se levantaron y se dieron un prolongado abrazo acompañado de un largo beso en la cara. Ahora si que lo iba a tener difícil con Edgar.
Fanny se dirigió hacia el banco en el que estábamos nosotras, pero no se acercó del todo. Me hizo un gesto con la mano para que me acercara.
  • Chicas, me voy un momento a la cafetería que quiero comprarme una piruleta. – les dije a mis amigas.
  • Vale, pues cómprame a mí un chupa-chups. – Nanni me dio el dinero.

Me fui hacia donde estaba Fanny, y juntas nos fuimos hacia la cafetería.
  • Ya lo he arreglado con él, Leire. Fue todo un malentendido. Me ha pedido hasta perdón, y todo. Que guapo que es. – suspiró.
  • Me alegro mucho, Fanny. – pero no era cierto. En verdad deseaba que siguieran enfadados.
  • Voy a ver si se puede volver a fijar en mí, porque a mí me encanta. – ahora ya estaba del todo perdida. Fanny era muchísimo más guapa que yo, y además ella tenía una ventaja: ya conocía a Edgar y habían tenido algo juntos antes.
  • Bueno, Fanny, luego hablamos que ahora voy a ir a comprarme algo a la cafetería.
  • Vale, yo voy a ir al baño. Luego nos vemos Leire.

Me dirigí a la cafetería para comprarle a Nanni lo que me había encargado. Entré y allí estaban todos. Apenas me atreví a mirar hacia su mesa. Me puse en cola.
  • ¿Qué te pensabas que te ibas a escapar de mí? – era Edgar. No hacía ni falta girarme, reconocía su voz y su colonia a distancia.
  • No, pensaba que te habías olvidado tú de mí. – dije sin mirarle.
  • Pues no. Y quería hablar contigo de dos cosas. La primera es que ayer te estuve llamando por la noche cuando llegué a mi casa pero me decía que el número al que llamaba no existía. ¿Me puedes explicar por qué? – dijo mientras me cogía del hombro y me daba la vuelta.
  • Si, aunque creo que no te va a gustar. Pensé que seria gracioso darte un número falso. – dije agachando la cabeza. Me cogió de la barbilla con la mano y me la levantó.
  • Pues a mí no me hizo ninguna gracia. – me miraba directamente a los ojos. No podía desviar la mirada.
  • Lo siento, de verdad. Toma, apunta mi número y dame un toque ahora para que veas que es el mío. – sacó su móvil del bolsillo y me lo acercó. Lo cogí y apunté mi número. Se lo di y de inmediato me hizo un toque. Mi móvil, que lo acababa de sacar, empezó a vibrar.
  • Ahora si. Gracias. – me sonrió. Se guardo de nuevo el móvil en el bolsillo del pantalón – Y esto que te voy a decir ahora no te lo tenía que decir, por lo mal que te has portado, pero como me caes bien te lo diré.
  • ¿Qué quieres? – la cola había llegado a su fin y estaba enfrente de la chica que llevaba la cafetería.
  • Espera Edgar, un momento. – me giré hacia la chica. – Quiero una piruleta y un chupa-chups, por favor.
  • Y a mí me pones una coca-cola. – dijo Edgar desde detrás mío. La chica fue y nos dio lo que habíamos pedido. – Ya lo pago yo, Leire, no te preocupes. – entregó el dinero y nos apartamos de allí para que los demás pudieran pedir.
  • ¿Y qué es lo que me querías decir? – le dije mientras abría la piruleta y me la metía en la boca.
  • Que este fin de semana voy a celebrar en la casa que tienen mis abuelos en el campo una comida, en plan campestre y esas cosas. Era para que supieras que estás invitada, y que te espero allí. De hecho, tus hermanos también van. Y quiero que se lo digas también a Nanni y Auro. Cuanta más gente seamos, mejor.
  • Vale, de acuerdo. Pues cuenta conmigo. – esperaba que mi madre me dejara ir. Además, si iban mis hermanos no se podía negar. – ¿Tenemos que llevar algo?
  • No. Aunque bueno si quieres traerte alguna botella de algo con alcohol, será bien recibida. Lo demás ya lo pongo yo.
  • Muy bien. - me quitó la piruleta de mi boca y se la metió en la suya. Le dio un par de vueltas y me la dio de nuevo. Me quedé alucinada.
  • Pues te espero.

Se fue. Este chico cada vez me dejaba más descolocada. No sabía por donde iba a salir. Me metí la piruleta en la boca. Esa piruleta que hasta hacía unos instantes había estado en la suya.
Salí de la cafetería y me fui al banco donde estaban mis amigas. Le di a Nanni el chupa-chups y les conté que Edgar nos había invitado a su barbacoa. A ellas les pareció estupendo.

Sonó el timbre y nos dirigimos a las siguientes tres clases que teníamos. Por el pasillo me topé con Fanny. Cuando pasé por su lado, ella me rozó la mano a la vez que me daba una nota. Mis amigas no percibieron esa acción. Entramos en clase y me senté en la silla en la que horas antes había estado. Abrí el papel a rayas que me había dado Fanny. En él ponía:
Te espero en los baños de las chicas en cinco minutos. No tardes. Tengo que contarte algo muy importante. Fanny.
Para poder acudir, me tendría que saltar las clases, y eso no me hacía gracia. Pero me había citado con ella, y si lo que me tenía que contar era tan importante, no podía faltar. Agarré mi mochila y me levanté de la silla.
  • ¿Dónde vas, Leire? – Nanni, que estaba unas sillas a mi derecha, se dio cuenta de que me había levantado. Me acerqué a ella.
  • Me tengo que ir al baño. – una excusa rápida para que ella no sospechara. – Creo que me ha bajado la regla.
  • Vale, no te preocupes.

Salí airosa de la situación. Me dirigí rápidamente a los baños de las chicas. Abrí la puerta, pero allí no había nadie.
  • ¿Hola? – pregunté al aire.
  • Sabía que ibas a venir. – Fanny salió de uno de los baños.
  • Es que acabo de leer la nota que me has dado, y como has dicho que era muy importante, pues he venido lo antes que he podido. – dejé la cartera apoyada en una de las paredes.
  • Si. Era para contarte lo que me ha pasado con Edgar. Como te he dicho en el recreo, lo hemos arreglado todo. Ahora estamos muy bien. Hemos hecho las paces y todo ha salido a pedir de boca. – estaba contenta. Se lo notaba.

Sacó de un bolsillo un paquete de cigarros. No quería aparentar delante de ella que era una adolescente de quince años que no fumaba, aunque fuera de vez en cuando, por lo que cogí uno. Me lo guardé en el bolsillo. Ella sacó uno y se lo encendió.
  • ¿No te lo fumas ahora? – me preguntó intrigada.
  • No, ahora no. No me apetece. Luego cuando salga de aquí. En la calle.
  • De acuerdo. – se guardó el paquete de nuevo en el bolsillo del pantalón. – Como te iba contando, ahora que hecho las paces con Edgar me gusta más que nunca. De hecho, me ha invitado a una barbacoa que hace él este fin de semana en la casa de campo que tienen sus abuelos.
  • Ya, ya lo sé. A mí también me ha invitado. – le dije.
  • ¿Sí? Pues bien, porque así me podrás ayudarle a conquistarle, ¿vale? – la idea de ayudarla no me gustaba nada. Tenía que hacer que Edgar se fijara en mí, no en otra.
  • Lo intentaré. – no supe contestarle otra cosa.

Estuvimos hablando de Edgar hasta que a Fanny se le acabó el cigarro. Me había saltado una clase para que me contara eso, que no era nada importante. Yo nunca había faltado a clase por placer, sino que siempre que lo hacia era o porque estaba enferma o porque tenía que ir al médico. Pero en cambio Fanny, parecía hacerlo con bastante frecuencia.
Sonó el timbre. Cogí mi cartera del suelo y me dispuse a salir de los baños dirección a clase.
  • ¿Dónde vas, Lei? – Fanny me había cogido de la muñeca.
  • A clase. Ya me he saltado una y no quiero perderme más.
  • Vaya. – Fanny puso cara de decepción. – Ahora que le había dicho a las demás que nos fuéramos al centro comercial que las invitaba a comer.

No tenía escapatoria. Era un buen plan, y encima me invitaba a comer. En cambio, si volvía a clase le tendría que explicar a Nanni y Auro porque me había saltado una clase entera. No podía inventarme ninguna excusa, pero si me saltaba las demás clases que quedaban podría decir que me encontraba mal y me había ido a casa. Podía funcionar. Por lo que no me lo pensé más.
  • De acuerdo. – le sonreí. – Vámonos.
  • Esta es mi Leire. – me abrazó.

Salimos del baño. La gente estaba por los pasillos. Iba a ser un poco difícil escaparse del instituto, porque siempre había alguien en conserjería que vigilaba la entrada. Nos escondimos detrás de una columna, donde nos reunimos con las demás. La gente estaba empezando a entrar en las clases. Teníamos que pensar un plan pronto. Se me ocurrió decirle a la chica que estaba allí que si me podía hacer una fotocopias, y en el momento en el que se girara para atender el recado que le había mandado, salir del instituto. Y fue lo que hice.

En cinco minutos estábamos fuera. Nunca había echo nada por el estilo, pero había sido muy excitante. Nos dirigimos hacia el centro comercial. Íbamos cargadas con las mochilas, y la gente se nos quedaba mirando extrañadas, ya que no era normal que cuatro chicas estuvieran a esas horas por la calle y con mochilas, ya que deberían estar en el instituto.
Cuando llegamos al centro comercial, aún era un poco pronto para comer, por lo que entramos en una tienda de complementos. Cada una, al entrar, se fue por un lado diferente, y yo me quedé en la entrada de la tienda sin saber que hacer. Busqué a Fanny con la mirada, la encontré y me dirigí hacia ella. Vi como cogía unos pendientes, y se los metía en la mochila sin que la dependienta se diera cuenta.
  • ¿Qué haces, Fanny? – eso para mi era robar.
  • Tomar prestado esto. No puedo comprármelo, porque os tengo que invitar a comer.
  • Pues yo te lo compro. – le dije sacando el monedero.
  • No hace falta. Sal fuera de la tienda y espéranos en un banco. En cinco minutos estaremos allí. – no me hizo gracia que robaran, y menos unos pendientes que apenas valían dinero. – Te prometo que te llevaré algo.

Me salí de la tienda como me había dicho, porque no quería meterme en ningún lío, y menos que me acusaran de ser cómplice de un robo. Al sentarme en el banco que estaba cerca de la tienda, noté que había algo en mi bolsillo derecho. Metí la mano y saqué el cigarro que Fanny me había ofrecido en el baño. “¿Qué hago yo ahora con esto?”. Abrí el bolsillo pequeño de mi mochila y lo metí ahí. Cuando dirigí de nuevo la mirada hacia la tienda, vi que ya estaban saliendo de ella a paso un poco ligero. Me levanté, y cuando me acerqué a ellas me dijo Jess que no me detuviera, que nos íbamos directamente a comer.
Por el camino, Fanny sacó un par de pendientes que había robado de la tienda, junto con tres anillos y dos diademas de color blancas. Las demás, hicieron lo mismo, y pude comprobar que también habían robado las diademas del mismo color.
  • Por eso siempre vais conjuntadas, ¿no? – pregunté.
  • Claro, y no nos gastamos nada de dinero en estas tonterías. – me dijo Fanny mientras se ponía uno de los anillos y se lo miraba para ver que tal le quedaba. – Me queda genial. Por cierto Leire, esto es para ti. – me dio unos aros de color plata, un anillo sencillo pero bonito y la diadema.
  • Gracias Fanny, pero no puedo aceptar nada que haya sido robado. Lo siento. – no podía.
  • No pasa nada, Leire. De todas formas, la de la tienda gana con lo que vende. – lo cogí porque empezaba a sentirme algo presionada. – Pero la próxima vez te coges tú tus propias cosas, ¿eh? – se rió.
  • Si, claro… - miré al suelo.

Todas se pusieron la diadema en la cabeza, y yo hice lo mismo. Iba de blanco ese día, por lo que no me quedaba del todo mal.
Me acordé de que no le había dicho a Isaac que no me esperara, que no iba a casa a comer, por lo que le mandé un mensaje. A los pocos minutos tenía una contestación suya en la que decía que no le parecía bien que siempre estuviera por ahí. Pero hoy era un día especial.
Fuimos al bocata, y nos sentamos en una mesa de cuatro. A penas había gente en el local. Fanny nos dijo que era lo que queríamos para comer. Yo le pedí un bocadillo vegetal. Era lo que más me gustaba (y de los que menos engordaban). Ella fue y los pidió. A los pocos minutos estaba de nuevo en la mesa con lo que habíamos pedido.
Durante la comida, Fanny les estuvo contando a las demás lo que le había pasado con Edgar en el recreo.
  • A mí me parece guapísimo, Edgar. De los más guapos del instituto. – dijo Jess.
  • De eso nada, el más guapo es Ben, ¿a qué si Raquel? – había sido Karen.
  • Si, claro que si. – dijo Raquel. Deducí que a las dos les hacia gracia Ben.
  • Primero, el más guapo es Edgar, y es para mí, que os quede claro a todas. – dijo Fanny algo furiosa. No me atreví a hablar. No podía comentar que a mí también me gustaba Edgar.

No hablé durante toda la comida. Fanny y sus amigas no se podían enterar de que a mí me gustaba Edgar, porque o sino me dejarían de hablar. Además, había visto la reacción que Fanny había tenido cuando Jess había dicho que Edgar le parecía guapo. No quería arriesgarme. De hecho, Fanny parecía de las típicas chicas que si le llevabas la contraria te haría la vida imposible. A lo mejor no, y me estaba equivocando y era una buena chica, aunque no estaba segura de eso.

Cuando terminamos de comer, nos fuimos a unos bancos y estuvimos allí algo más de dos horas. Ya eran las cinco, y era hora de volver a casa. Tenía que hacer los deberes.
  • Chicas, yo me voy ya a casa, ¿vale? Tengo cosas que hacer. Y a mi madre no le parece bien que salga entre semana.
  • Bueno, haz lo que quieras. Pues mañana nos vemos entonces. – dijo Fanny un poco seria.
  • De acuerdo. Hasta mañana, chicas.

Me fui directa a casa. Esperaba no encontrarme a nadie por la calle. No quería que nadie me viera con la mochila. Pensaba en lo todo lo que había ocurrido hoy: Edgar perdona a Fanny, Fanny y sus amigas roban en una tienda y me regalan algo de lo robado, cojo un cigarro y me lo meto en la mochila… ¡Ostras! ¡El cigarro! No me acordaba de él. Aún lo tenía en el bolsillo pequeño de la cartera. Esperaba que mi madre no le diera por mirar en mi mochila, porque si no me iba a caer una buena. Cogí la diadema blanca que aún llevaba en la cabeza y la guardé también dentro de la mochila.
Cuando entré en casa, encontré a Isaac en el comedor jugando a la consola, como siempre. Se pasaba horas jugando a esa cosa que yo no lo encontraba nada divertido.
  • ¿Qué tal Isaac? – pregunté mientras dejaba la mochila en el suelo y me sentaba en el sofá.
  • Pues nada, aquí, distrayéndome un rato. Por cierto, ha llamado Nanni después de comer para ver cómo estabas.
  • ¿Y qué le has dicho? – dije mientras le cogía el mando de la consola y le ponía el juego en pausa.
  • Le he dicho que te habías ido a comer con no se quién, porque no se con quien te habías ido. – me miraba directamente a los ojos.
  • Mierda, Isaac. Mierda. La has cagado. – dije mientras andaba de un sitio para el otro.
  • ¿Qué pasa? – me preguntó intrigado.
  • Pues que le dije a Nanni que me iba al baño porque me había bajado…ya sabes. Pero es que había quedado allí con Fanny, y me dijo que nos fuéramos juntas a comer, y me salté las tres últimas clases. Y es que Nanni no sabía nada.
  • Eso te pasa por mentir. Mejor que no te juntes con Fanny, no es buena gente hermanita. – me dijo mientras se recostaba en el sofá.
  • Déjame hacer mi vida, ¿estás?
  • Bueno, tú haz lo que quieras. – cogí mi mochila y salí del comedor. – Leire, ven aquí. – me llamó Isaac desde el comedor otra vez. Me dirigí hacia allí de nuevo.
  • ¿Qué quieres ahora? No me des sermones de hermano mayor, ¿vale? Puedes ahorrártelos.
  • Solo quería decirte que no le dije eso a Nanni. – dejé de nuevo la mochila en el suelo y me senté a su lado.
  • ¿Y que le dijiste, entonces? – pregunté intrigada.
  • Cuando me preguntó que como estabas, me quedé un poco extrañado. Pero sabiendo que te habías ido a comer fuera, y claramente con ella no era, supuse que le habías contado una trola impresionante. Y no quise que te descubriera, por lo que le dije que estabas acostada porque te encontrabas algo mal.
  • Eres el mejor, Isaac. Te quiero. – me abalancé sobre él y empecé a darle besos por toda la cara.
  • Lo sé, lo sé. Pero quítate ya de encima que quiero seguir jugando a la play. – me separó de un empujón.

Cogí de nuevo mi mochila y me subí a mi habitación. Me puse a escuchar música durante un rato. Después me puse hacer los deberes que me habían mandado esa misma mañana. No los hice muy bien porque no tenía ganas.
Enseguida se hizo de noche. Mi madre me llamó desde la cocina para que fuera a cenar, por lo que bajé sin demora. Allí ya estaba mis hermanos junto a mi madre en la mesa. Me senté. Carla estaba muy seria. Supongo que en la comida mi madre habría hablado con ella y con Isaac sobre la cena del día anterior.
  • ¿Y tú dónde has estado esta mañana que no has venido a comer? – me preguntó mi madre algo enfadada.
  • Me ido con mis amigas a comer, pero no te preocupes que no voy a volverlo a repetir. No entre semana.
  • De acuerdo. Por cierto, ¿tú ayer también estabas en la cena? – no había escapatoria. No podía mentir, era mi madre.
  • Si, yo también estuve en la cena. Pero nada más comer me fui a dormir. – mis hermanos me miraron. Yo agaché la cabeza. Esperaba que ninguno dijera nada.
  • Eres una mentirosa, Leire. Tú también bebiste. – dijo Carla rabiosa.
  • Carla, cállate. Eres la que menos tienes que hablar. Vete a tu cuarto. – dijo mi madre chillando.

Carla se levantó sin decir nada y se fue a su cuarto pegando un portazo al cerrar la puerta. Nosotros seguimos cenando sin apenas decir ninguna palabra. Era normal que mi madre estuviera enfadada. Había pillado a Carla la noche anterior borracha, y en su casa, por lo que entendía su conducta.
Al cenar, recogimos la mesa y fregué los platos para que mi madre se pudiera sentar en el sofá y descansar un poco.
Cuando terminé, di un beso a Isaac y a mi madre y me fui a mi habitación. Estaba muy cansada y necesitaba dormir un poco. Pero cuando entré en mi cuarto me pasé por el de Carla. Tenía que hablar con ella.
Llamé a la puerta, y ella me respondió con un “pasa” un poco molesto. Pasé y me encontré a Carla tumbada en la cama boca abajo. Cuando se giró, vi que sus ojos estaban bañados en lágrimas. Había estado llorando. Me acerqué, y me senté en el borde de su cama.
  • No llores, Carla. No pasa nada. – le dije mientras le acariciaba el hombro.
  • Si que pasa, Leire. Mamá ayer me pilló borracha, y encima aquí en casa. ¿Sabes lo que es eso? – empezó de nuevo a llorar, aunque intentaba disimularlo secándose las lágrimas con la mano.
  • Pues no, por suerte no lo sé. Pero sabes que le podría haber pasado a cualquiera. A Isaac también le pilló.
  • Si, pero Isaac iba bien. A penas se había bebido un par de chupitos, y controlaba lo que hacia. Pero en cambio yo…
  • No te atormentes, Carla, en serio. No vale la pena. Mamá sabe de sobra que bebes, y que te vas de botellón con tus amigos.
  • Si, lo sé. Pero es muy diferente que te vea. – se tranquilizó un poco.
  • Venga, Carla. Más vale que te acuestes e intentes dormir. Mañana se le habrá pasado el enfado, ya lo verás.
  • Eso espero. Gracias Leire. Se que eres una enana… - desvié la mirada. – pero eres buena chica. – me dio un abrazo.

Salí de la habitación y me dirigí a la mía. Me puse el pijama y me acosté en la cama. Era la hora de que se acabaran las emociones fuertes por hoy.

1 comentario:

  1. Nunca me cayo bien Fanny...Me da mal presentimiento.
    Me encanta Edgar ,aunque se note que no trae nada bueno entre manos pero sigue siendo encantador jaja.
    Un beso! :)

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