lunes, 16 de julio de 2012

PRIMERA SEMANA: JUEVES


Era el primer día de clase, y jueves. Me sonó el despertador a las siete y media. No estaba acostumbrada a levantarme a esas horas. Después de todo un verano levantándome a las diez u once, esas horas no me parecían normales. Pero era lo que tocaba ahora.
         Me fui directa a la cocina a desayunar. Allí ya estaba mi madre haciéndonos el desayuno a los tres. Ella pronto se iría a trabajar. Siempre venía un compañero suyo de trabajo a por ella. Al principio mis hermanos y yo pensábamos que tenía una especie de relación con este chico. Pero poco a poco nos fuimos dando cuenta de que no era así.
         Me senté en la mesa con el vaso de leche. Apoyé la cabeza en la mesa. Tenía mucho sueño. No sabía si iba a resistir todo el día. Oí una voz:
-         ¿Qué pasa pequeñaja? ¿Qué hay sueño o qué? – oí que decía mi hermano mientras me daba una palmada en la cabeza.
-         Pues si, la verdad. No se como tú puedes estar tan normal – dije tocándome en el sitio donde Isaac me había dado la palmada en la cabeza.
-         Es lo que hay.
-         Por cierto, sabes que no me gusta que me llames pequeñaja. Me hace sentir…
-         ¿Pequeña? Es que es lo que eres – soltó una carcajada. Mi madre le miró con mala cara. Paró de reírse en ese instante. – Vale, mamá, ya paro.
-         Así me gusta – añadió ella.

         Oímos como alguien desde la calle tocaba el claxon de un coche. Mi madre nos dio un beso a Isaac y a mí.
-         Portaros bien en clase, ¿eh? No hagáis nada malo. Y decirle a Carla que no tarde mucho que o sino vais a llegar tarde a clase.
-         Si mamá – dijimos Isaac y yo al unísono.

         Cerró la puerta. Mi hermana bajó en ese momento de su habitación. Iba ya vestida y arreglada. Su larga melena rubia la había ondulado tímidamente. Me gustaba como le quedaba. Había optado ese día por una mini falda vaquera que dejaba al descubierto sus largas piernas, con una simple camiseta que realzaba su figura. En los pies, unas sandalias. Adoraba a mi hermana. Era perfecta, y todo el mundo se lo hacia saber. Además, en los estudios le iba muy bien. Era de las más listas de la clase. Lo tenía todo: belleza, glamour, inteligencia…pero le faltaba una cosa: simpatía. Se lo había creído tanto, que poco a poco eso que sí que había tenido, había ido desapareciendo.
-         Hola enanos – fue lo que dijo cuando apareció por la cocina. Se dirigió directamente a Isaac a darle un beso de buenos días. Después se acercó a mi, y me lo dio en la cabeza. Puse los ojos en blanco.
-         ¿Qué pasa hermanita? – le dijo Isaac desde el fregadero mirándola de arriba abajo. - ¿Y ese modelito de hoy a que se debe?
-         Por nada en especial, como es el primer día, quiero causar buena impresión.
-         Pero si la impresión ya la causaste cuando entraste hace años al instituto por primera vez… - añadí mirando detenidamente el vaso de leche que aun tenía delante de mis narices.
-         Si, pero…esas cosas se van perdiendo. Por cierto, ¿aún estás en pijama Leire? No se a que estás esperando para arreglarte.
-         Yo me arreglo en veinte minutos y lo sabes. – me bebí la leche de un trago y me subí arriba a cambiarme.

         Yo era mucho más sencilla que mi hermana. Me puse unos pantalones pitillo, la primera camiseta que tenia por el armario, y las manoletinas que me hicieran conjunto con la camiseta. El pelo, simplemente suelto. Me gustaba como me quedaba. Me maquillé muy poco, no me gustaba ir demasiado cargada.

         Bajé al comedor. Carla se estaba retocando en el espejo de la entrada. Oí el claxon de un coche fuera.
-         Me voy – dijo Carla.
-         ¿Cómo que te vas? ¿Con quién te vas? – le pregunté.
-         Con Eric. Me va a llevar a clase. Es que sus padres le han comprado un descapotable y quiere fardar de coche delante de todo el insti, y claro...yo no podía faltar.

         Carla y Eric no eran novios, pero todo el instituto sabía que entre ellos había algo más que amistad. Casi siempre estaban juntos, y cuando se realizaba alguna fiesta que otra siempre acababan enrollándose.

         Cerró la puerta. Mi hermano bajó corriendo:
-         ¿Nos vamos?
-         Carla se acaba de ir con Eric en el coche. Así que hoy nos vamos tú y yo solos para el instituto.
-         ¿Sí? Pues ves a mi habitación a por los cascos que hoy nos vamos en moto.
-         Isaac, sabes que a mamá no le hace gracia que te lleves la moto al instituto.
-         Pero mamá no se va a enterar, ¿verdad? Además, no creo que le moleste cuando le digamos que íbamos los dos solos. Venga, sube a por ellos.

         Subí en cuatro blincos las escaleras y cogí los cascos que Isaac tenía en su habitación. Bajé de inmediato. En la calle, le di su casco y mientras se lo ponía me subí en la moto detrás de él.
-         Agárrate fuerte Leire, que nos vamos.

         En menos de cinco minutos ya estábamos en el instituto. Andando no estaba lejos, a tan solo un par de manzanas. Pero en moto, todo era mucho más rápido. Me gustaba ir con mi hermano en moto, y más al instituto. Aparecer allí con Isaac y en su moto era como subir de nivel en la escala de popularidad del instituto.
         Isaac aparcó la moto en el parking y nos bajamos. Todo el mundo que estaba alrededor se nos quedó mirando, envidiándome porque iba con él. Isaac era consciente de ello. Me quité el casco y se lo di. Le di un beso en la cara, cogí mi mochila y me dirigí hacia el insti.

         Entré por la puerta. Vi a mucha gente conocida. Eso pasaba si llevabas en el instituto cuatro años, como llevaba yo. Pero siempre gustaba ver caras nuevas. Al final del pasillo vi una cara más que conocida. Era mi amiga Nanni. Habíamos ido juntas desde la infancia. Nos llevábamos muy bien: nos contábamos todo y confiábamos la una en la otra, que era lo más importante. Nanni iba acompañada de otra chica que yo no conocía. Vinieron directas a mí.
-         Hola Leire – Nanni me dio un abrazo y dos besos.
-         Hola guapa. Cuanto tiempo, aunque estuvimos hablando el otro día por teléfono.
-         Si… ¿te acuerdas que te dije que una amiga mía se iba a mudar aquí y se iba a apuntar a nuestro insti?
-         Si, claro. – asentí.
-         Pues es está. Se llama Auro. – le di dos besos. Era muy guapa. Me superaba por muy poco en altura, pero estaba claro que llamaba mucho más la atención, porque a parte de ser rubia, tenia los ojos azul claro.
-         Encantada de conocerte. Espero que te habitúes pronto a este instituto, hay gente muy maja. – le sonreí.

         Las tres nos fuimos directas a clase de Mates, que era la primera que teníamos. Cuando estábamos entrando nos cruzamos con Isaac, que me guiñó un ojo.
-         ¿Por qué te ha guiñado un ojo ese bombón? -  me preguntó Auro.
-         ¿Quién? ¿Isaac? – solté una risotada.
-         Auro, es que Isaac es el hermano de Leire. – le aclaró Nanni.
-         Pues que suerte, chica…


         Entramos a clase sin entretenernos más. Ya había gente sentada en los sitios. Con la mirada visualicé toda la clase. No vi muchas caras nuevas. Pero no era eso lo que iba buscando. “¿A quién buscas, Leire?” Oí como Nanni me dijo susurrando al oído. Le sonreí tímidamente. Nos sentamos en la tercera fila, que era donde había tres sitios juntos sin ocupar.
         Cuando coloqué la mochila en el suelo, presentí que había entrado. Y no me equivoqué. Pude oler su colonia a distancia. Era Edgar. Tenía un año más que yo. Se solía juntar mucho con Isaac. De hecho, era de su grupo de amigos. Medía más o menos igual que mi hermano, con el pelo castaño oscuro y los ojos verdes. Desde que entré en el instituto me había fijado en él, y como para no hacerlo. Era muy popular entre las chicas de allí. Pero sabía de sobra, que algo con él era imposible. Siempre había estado coladito por Carla. Ella lo sabía, también le parecía guapo, pero su primera regla era no salir con chicos más pequeños que ella. Aunque alguna vez la había incumplido, pero eso a mi no me importaba.
         Se sentó al lado de Ben, otro chico bastante popular. Se chocaron las manos entre ellos en señal de saludo. Empezaron a hablar entre ellos de las vacaciones, podía oírlos. Edgar desvió su mirada hacía donde estábamos sentadas nosotras. Cambié mi mirada a mi mochila, e hice como si estuviera buscando algo en ella. Deseé que Edgar me estuviera mirando a mí y no a Auro, aunque sabía que no era así.
         En ese momento entró Cynthia. Todos los chicos que estaban presentes en clase se callaron para poder observar como ella entraba contorneándose hasta su asiento. No era muy alta, pero estaba muy bien proporcionaba. Tenía el pelo tipo melena, pero sabía arreglárselo muy bien. Llamaba la atención sus ojos azules. Se juntaba con mi hermana Carla, por ello era muy popular. Al igual que ella, era muy estúpida. Se lo tenía bastante creído, y siempre miraba por encima del hombro, pero parece ser que eso a los chicos no les importaba.
         Se sentó al lado de Edgar. La envidiaba en ese momento. Hablaba con él tan normal. Yo había hablado muy poco con Edgar, y cuando lo hacía no era capaz de formar una frase coherente. Se me hacía un nudo en el estómago y no lo podía deshacer.
         La clase se pasó volando, al igual que las dos siguientes. Los profesores no comentaron nada interesante, solo que daríamos durante el curso y en que temas nos centraríamos más.

         Tocó la campana para salir al recreo. Lo estaba deseando. No aguantaba ni un minuto más encerrada en una clase. Necesitaba respirar un poco de aire libre. Quería ver a más gente aparte de los de mi clase. Además, creo que mi estómago me estaba pidiendo un poco de comida. Me saqué el sándwich que mi madre me había echo para almorzar. Lo ojeé. Justo lo que me apetecía: jamón york, queso y lechuga. Me encantaba. Le di un gran bocado. Nanni se me quedó mirando boquiabierta.

-         ¿Qué pasa? Tengo hambre…
-         No, si ya lo vemos – dijo Nanni sonriendo.
-         Oye chicas, ¿me acompañáis a la cafetería? Me apetece una coca-cola – dijo Auro.
-         Claro. Eso está hecho.

         Nos dirigimos hacía la cafetería. No me gustaba estar allí, porque en las mesas siempre se podían ver a las chicas y chicos más populares del instituto. Al entrar pude distinguir en una mesa a Carla, Eric y otros muchos chicos y chicas de su clase y de su grupo de amigos. Lo que no me gustó nada es que con ellos estaba también Isaac, y eso quería decir que en nada se presentaría en la cafetería Edgar. Y peor aún…se sentaría con ellos. Ya está, acababa de perder cualquier oportunidad de que Edgar se fijara en mí.
         Nos dirigimos directamente a la barra. Auro fue atendida enseguida, y se pidió la deseada coca-cola. Yo me pedí una piruleta. Me tranquilizaba cuando estaba nerviosa.
-         Leire, Leire. – oí que alguien me gritaba desde alguna mesa. Busqué con la mirada por toda la cafetería hasta que me di cuenta que la voz provenía de la mesa de mi hermana. Era Isaac.
-         ¿Qué quieres? – le dije desde la barra.
-         Oye, cómprame una bolsa de algo y una fanta de naranja, anda.

         Me giré para el mostrador y pedí una bolsa de gusanitos y la fanta. No sé si le gustaría, pero es lo primero que me salió por la boca. Eché un vistazo al monedero. Mierda. No llevaba suficiente dinero, y estaba claro que no me iba a acercar a la mesa de Isaac a pedirle dinero. Que vergüenza.
-         Toma Leire, que te estoy viendo apurada – alguien me estaba dejando dos euros. Subí la cabeza. Era él. Era Edgar. Él era el que me estaba dejando dinero para pagar lo que mi hermano me había pedido.
-         Gra, gra, gracias. – tartamudeé.
-         De nada. – me dirigió una de sus sonrisas más bonitas.

         Pagué con el dinero que me había dejado Edgar.
-         Oye, ya te daré el dinero.
-         No te preocupes, anda. Ya se lo pediré a tu hermano.

         Cogió las cosas de mi mano y se alejó sin decir nada más. Había echo el ridículo más grande de mi vida. Había tartamudeado delante del chico que me gustaba desde hacía bastantes años. No me lo creía. Seguro que había pensado de mí que era una niñata. Él solo tenía un año más que yo, pero parecía mucho más mayor. No me volvería a dirigir la palabra en la vida. Seguro.
         Salimos de la cafetería. En ese momento era lo que me apetecía. No quería estar más tiempo dentro de ese lugar. Abrí la piruleta y me la metí en la boca.
         Nos fuimos hacia unos bancos a hablar un poco de lo que habíamos echo este verano. Yo no comenté casi nada el respecto. Está sumida en lo que acababa de ocurrir en la cafetería. Sabía que este año iba a ser complicado. No sabía por qué, pero tenía esa sensación, y sabía que no me iba a equivocar.

         Tocó el timbre y fuimos para la clase. Me encontré a Isaac por el pasillo. Les dije a mis amigas que siguieran para adelante, que luego las alcanzaba yo. Isaac me dijo que cuando acabaran las clases que no me fuera, que él me llevaba a casa aunque se iba a ir a comer por ahí con los amigos.
-         ¿Y eso? – le pregunté
-         Porque Dafne lo ha propuesto y nos ha parecido buena idea.
-         ¿Dafne? ¿Pero ella no se junta con Carla?
-         Si, pero como nos hemos sentado con ellos en la cafetería, pues nos lo ha propuesto a nosotros también.
-         ¿Nosotros? ¿Quién más va de tu grupo?
-         Pues se viene Ben, Cynthia, Edgar y no sé si se vendrá alguien más.
-         ¿Mamá lo sabe?
-         No, por eso. Te acerco a casa y se lo dices tú a ella, ¿Vale? Por favor, anda… - me miró con ojos de niño bueno. Sabía que no me podía negar a esa mirada.
-         Está bien. ¿Carla también irá no?
-         Por supuesto. Y Eric también.
-         Ok. Luego nos vemos.

         Me fui. No me lo podía creer. Mi hermana nunca había querido ir con mi hermano y sus amigos. Pero parecía que ahora le daba algo igual.

         Acabaron las clases. Salí con Nanni y Auro hasta la puerta del insti. Allí me despedí de ellas hasta el día siguiente. Me fui al aparcamiento, donde Isaac tenía la moto. Aún no había llegado. Me quedé apoyada en la moto. Por la puerta en ese momento salía Carla hablando con Edgar y Ben. Vi como ella señalaba hacia la moto. Yo enseguida agaché la cabeza para disimular. Levanté un poco la vista. Los dos venían en dirección a la moto. No sabía que hacer. Se me había puesto el corazón a mil. No había escapatoria.
-         ¿Leire?- era Ben.
-         ¿Sí?
-         ¿Estás esperando a tu hermano, no?
-         Si, estará a punto de llegar. No creo que tarde mucho. Se habrá entretenido con algo.
-         ¿Le puedes decir que a las tres venga a mi casa? Y que desde allí nos iremos, ¿vale?
-         Claro, Ben. Yo se lo diré, no te preocupes.
-         Gracias.

         Solo habían hecho que alejarse unos pasos cuando Edgar se giró y dijo:
-         ¿Qué tú no te vienes, Leire? – me dio un vuelco el estómago.
-         ¿Yo? No, no. Que va. Me voy a comer a casa. Además, no creo que a Carla e Isaac le hiciera mucha gracia.
-         A Isaac le daría igual, y lo sabes. Bueno, tú te lo pierdes. – puso cara de pícaro.
-         No pasa nada. De todas maneras, muchas gracias Edgar.
-         De nada, chica.

         Se marcharon. A los pocos minutos apareció Isaac como de la nada. Le dije lo que me habían dicho sus amigos. Él solo asintió con la cabeza. Nos pusimos los cascos y nos fuimos dirección a casa.
         Al llegar a casa, Isaac se fue. Carla estaba llegando en ese instante en el coche de Eric. Me dijo que le dijera a la mamá que se iban los dos a comer con los amigos. Asentí con la cabeza una vez y me dirigí hacia la puerta de la casa.
         Entré. Mi madre estaba preparando la comida. Le dije que Isaac y Carla no iban a venir a comer. No le hizo mucha gracia, pero no podía hacer nada. Comimos las dos solas en la cocina. Me estuvo preguntando que me había ocurrido a lo largo del día. Le conté lo que nos habían dicho los profesores, pero por supuesto que no le conté lo que me había pasado con Edgar. Ella no tenía ni idea de que me gustaba. No me gustaba contar esas cosas a mi madre, porque supondría que actuaría como tal. Además, las madres en estas cosas suelen ser un poco bocazas y de vez en cuando se les escapa ciertas cosas que no tenían que contar. No es que lo hagan aposta, pero era lo que ocurría.
         Cuando terminé de comer me fui a mi cuarto. Me apetecía escuchar música un rato. Encendí también el ordenador y me conecté al Messenger. No había casi nadie conectado, por lo que decidí apagarlo. Tenía toda la tarde por delante y no sabía que hacer. ¿Y si me iba abajo a ver la tele? No. Ese no era un buen plan. Seguro que no hacían nada ahora en la tele, tan solo noticias. Y la verdad es que no me apetecía ver más casos de asesinatos y cosas parecidas. No tenía ganas de ponerme triste.
         ¿Y si llamaba a Nanni? A lo mejor ella si que tenía algún plan mejor para esta tarde. Así que eso fue lo que hice. Un tono, dos, tres, cuatro…nadie contestaba. Que raro. Ella a estas horas siempre estaba en casa. Cogí el móvil y le envié un mensaje:

Nanni, ¿dónde estás? Te he llamado a tu casa pero no me ha contestado nadie. Me aburro mucho en casa. ¿Hacemos algo esta tarde? Un beso. Leire.
                                                                
Enseguida me contestó. Leí el mensaje. ¡No me lo podía creer! Estaba con Auro en el parque, y no me había dicho nada. Sentía como si mi amiga poco a poco me estuviera dejando de lado. Esperaba que no fuera real. Prefería estar en el parque con ellas que sola y aburrida en casa, así que me dirigí hacia el parque. No estaba muy lejos, a tan solo unos minutos de mi casa.
Cuando llegué al parque divisé que Nanni y Auro estaban sentadas en un banco de madera. Me acerqué y me senté con ellas sin decir nada.
-         Hola, ¿eh? Anda que vas a decir algo… - dijo Nanni.
-         Hola. Es que me ha sabido mal que no me dijerais nada de que esta tarde ibais a venir al parque.
-         Pero si te lo hemos dicho esta mañana, Leire. – dijo Auro. – cuando estábamos en el patio. Y nos has dicho que tú no sabías si ibas a venir al final.
-         ¿Os he dicho yo eso? Pues no me he enterado de cuando me lo habéis preguntado. Estaba tan sumida en mis pensamientos, que no me dado cuenta ni de que he respondido. Lo siento, chicas. Ha sido un fallo mío.
-         Perdonada. – sonrió Nanni.


Empezamos a hablar de chicos, como siempre. Les dije lo que Edgar me había dicho cuando estaba esperando a mi hermano en la moto. Auro se sinceró con nosotras y dijo que Edgar le parecía muy guapo, al igual que Ben. Pero que el que más le gustaba era Isaac.
-         Si es que mi hermano es un encanto, la verdad.
-         Si…yo solo llevo un día en el instituto y ya me está gustando demasiado. Si es que es un bombón.
-         A mí me gusta mucho Eric, pero ese si que es intocable. Siempre está con Carla, y si por alguna de aquellas me liara con él, no podría entrar más a la casa de Leire, porque Carla me podría matar.
-         La verdad es que si – le dije a Nanni.
-         Pero bueno, no pasa nada. Además, se que a Cynthia también le hace un poco de gracia. Aunque también va detrás de Isaac.
-         Pero Nanni, es que a Cynthia le gustan todos. Además, se puede ligar a quien quiera, es guapísima. Pero claro, no le gusta tener esa fama. – añadí yo.
-         Y tu hermana no se queda corta, ¿eh? Que quiere a todos los chicos para ella.
-         Si es que es tan guapa…
-         Como aquella chica de allí, ¿no? –dijo Auro de repente.

Todas miramos hacia la dirección que Auro había señalado. Habían aparecido por el parque una pandilla de dos chicas y cuatro chicos. Enseguida los reconocí. Eran amigos de mi hermana de otro instituto (no sabía de cual, pero si sabía que Carla se iba mucho con ellos).
-         Son amigos de Carla. Se junta mucho con ellos. – dije yo.
-         ¿Sí? Pues los chicos están...
-         Lo sé, lo sé. No digas nada más Auro. – le cortó Nanni.

Estuvimos observando como la pandilla se dirigía a un banco, de los más alejados del parque. Las dos chicas y dos de los chicos se sentaron, los otros dos se quedaron de pie. Enseguida sacaron su paquete de tabaco, y se pusieron a fumar. Fumaban todos, por lo que suponía que mi hermana también.
Como temía, Carla, junto con todos los que se habían ido a comer, aparecieron en ese momento en el parque. Entre ellos estaban Isaac, Ben, Eric, Edgar, Cynthia y otros muchos que me sonaban sus caras, pero no sabían como se llamaban. Deseaba que no me vieran aquí, porque seguro que venían a decirme algo. Carla sacó un paquete de tabaco del bolso. Lo suponía. Ofreció un cigarro a Isaac, que le agradeció con un beso en la mejilla.  También ofreció a todos los demás. Edgar también cogió uno. No sabía que fumaba, pero me daba igual. Con un cigarro en la mano estaba mucho más atractivo, aunque este pensamiento era un poco pésimo.
Eric echo un vistazo alrededor. Al vernos, se lo dijo a Isaac, y éste a Ben y Edgar. Estuvieron unos minutos hablando, y empezaron a caminar en dirección nuestra.
-         ¡Oh! Dios mío. Hablar de algo, que Isaac, Ben y Edgar se dirigen hacia nuestro banco.
-         Leire, no hemos parado de hablar en todo el rato. – dijo Nanni.
-         Mierda, otra vez me ha vuelto a pasar lo mismo que esta mañana, si es que…
-         Hola chicas – me cortó Isaac. - ¿Qué hacéis aquí?
-         Tomando un poco el aire. – contestó Auro.
-         ¿Y tú quién eres? No te conozco, ¿no? – se dirigió Edgar hacia Auro.
-         No. Soy nueva. He entrado al instituto este año.
-         Vaya, vaya… - dijo Isaac mirándola de arriba abajo. – Me gusta. Bueno, yo soy Isaac. Y estos son Edgar y Ben. -  Auro se levantó del banco y le dio dos besos a cada uno.
-         Encantada de conoceros, chicos.
-         ¿Qué haces fumando, Isaac? Cómo se enteré mamá…
-         Te mato. – le dio una calada al cigarro. Edgar hizo lo mismo. - ¿Es que quieres?
-         ¿Yo? Ni de coña. – respondí sin pensármelo girando la cabeza para un lado.
-         Pero yo si. – giré la cabeza hacia el otro lado. Había sido Auro quien lo había dicho. Isaac le dio el resto del cigarro. Ella le dio una calada. Por como fumaba, sabía que no era la primera vez que lo hacía.
-         Yo también. – dijo Nanni. Me quedé boquiabierta. Edgar le dio el suyo.
-         Joder con las pequeñajas éstas, ¿no? – dijo Edgar mirando a Isaac. Éste sonrió. – Como moláis. ¿Seguro que tú no quieres, Leire?
-         No, no, paso de todo esto.
-         ¡Baj! – Edgar puso cara de asco cuando dijo eso. Me dio una punzada en el estómago.
-         Edgar, cállate. No insistas a mi hermana, anda.
-         Tíos, vámonos para allá con estos, que creo que han traído cervezas. – dijo Ben.
-         Hasta luego, chicas. – dijo Isaac. Edgar solo se despidió moviendo la cabeza una sola vez de arriba abajo. Ben ni nos miró.


         No me lo podía creer. Había quedado delante de ellos como una niñata que ni se atrevía a fumar. Lo que menos me creía es que Nanni fumara. Supuse que Auro si lo hacía, y ella lo probó. Pero no creía que eso lo hiciera de normal. Pero para no quedarme con la duda, preferí preguntárselo.
-         ¿Desde cuando fumas, Nanni? No tenía ni idea.
-         No fumo. Pero este verano, cuando me iba de fiesta por las noches allí en mi pueblo, pues fumaba. De echo, Auro y yo lo probamos el mismo día, ¿verdad? – preguntó mirándola a ella.
-         Si. No queríamos, ¿te acuerdas? Pero al final nos convencieron. Estábamos allí todos de botellón y mira tú por donde… - ¿de botellón? No me lo podía creer. En mi vida había estado yo de botellón. Si que había bebido un par de veces, pero lo típico, en las bodas algún vaso de algo, pero nunca me lo había terminado.  Seguro que fumaban para intentar caer bien a los demás. No me gustaba la gente así.
-         Madre mía. No sé en que mundo vivo. Vosotras ya bebéis, fumáis…y yo aún nada de nada.
-         No te preocupes, Leire. Cada una tiene su momento. No te atormentes, anda. – me dijo Auro. Pero si me atormentaba. Era difícil no hacerlo.

        
         Seguía observando a la pandilla de Carla. Todos bebían cerveza y se reían. Auro y Nanni tiraron los cigarros al suelo y los apagaron. Pasamos en el banco toda la tarde hablando de nuestras cosas.
         Sobre las ocho y media me fui para casa. Me despedí de ellas hasta el día siguiente. Carla e Isaac aún seguían en el parque.
         Cuando llegué a casa, mi madre estaba planchando mientras veía una película que hacían en ese momento. Ni se inmuto cuando hice acto de presencia en el comedor.
-         Hola mamá. – decidí decir.
-         Hola cariño, ¿ya estás aquí? – me respondió ella.
-         Si, claro. Son las nueve menos cuarto.
-         ¿Las nueve menos cuarto ya? Enseguida hago la cena, mi amor.
-         No pasa nada, mamá. Aún tienes tiempo. Carla e Isaac aún no han venido. Si quieres, espérate a que ellos vengan y ya la haces.
-         ¿Aún no han venido? Dónde se meterán estos críos…
-         Están en el parque los dos juntos, porque he estado yo allí también.
-         ¿Pero con ellos?
-         No, mamá, con ellos no.

Me fui para la habitación a cambiarme de ropa y ponerme ya el pijama. No me gustaba ir por casa con ropa de calle. Mientras me cambiaba oí como la puerta de la calle se abría. Ya estaban ahí mis hermanos. Oí como le decían algo a mi madre y los dos subían las escaleras. Bajé la persiana de mi habitación y abrí la ventana. Por las noches hacía bastante calor, por eso me dejaba siempre un poco la ventana entre abierta.
Llamaron a la puerta. Contesté con un simple adelante. Era Isaac. Entró y se sentó en la cama. Se me quedó mirando sin decir nada.
-         ¿Qué te pasa? – le dije ya que él no se limitó ni a decirme un simple hola.
-         ¿A mí? Nada, ¿por qué?
-         Porque has entrado y no me has dicho nada.
-         La verdad es que si que quería hablar contigo de algo.
-         Lo sabía. Sé que tú no vienes aquí para nada. – dije mientras colgaba la ropa que me había quitado en mi armario.
-         La chica esa que estaba contigo esta tarde, esa tal Auro se llamaba, ¿no?
-         Si.
-         ¿Tiene vuestra edad? ¿O es de la mía?
-         Pues la verdad es que no tengo ni idea, ¿pero tan importante es eso?
-         No, claro que no.
-         ¿Entonces…?
-         Es que me ha dicho Ben y Edgar que te lo preguntara, que parece ser que les ha caído bien.
-         Vaya… - añadí seria.
-         Venga enana, vamos a cenar, que mamá ya estaba preparando la cena.

Bajamos los dos hacia la cocina. Mi hermana estaba poniendo la mesa. Nos sentamos y empezamos a cenar. Mi madre, como siempre, les preguntó a mis hermanos que les había ocurrido en el día, ya que a ellos no los había visto en todo el día. Ellos no comentaron apenas nada. Yo comía en silencio.
Terminé la primera. Recogí mi plato, mis cubiertos y mi vaso, los metí al lavavajillas y me fui un rato a ver la tele. A los pocos minutos tenía a mi hermana al lado. Mi madre e Isaac tardaron poco más. Estuve un rato viendo la tele y enseguida me fui a dormir. Mañana sería otro día.

2 comentarios:

  1. Leer este capitulo me trae tantos recuerdos de cuando lo lei por primera vez :)
    Estoy super contenta de que vayas a seguir la historia :):):):)
    Un besooooo :)

    PD: Deseando leer el siguiente capitulo.

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  2. Que recuerdos me da leer de nuevo tu novela. Espero que sigas.
    Un besito :)
    PD: Soy María de tu blog "Entre mentiras" :)

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