sábado, 21 de julio de 2012

SEGUNDA SEMANA: MARTES


El despertador otra vez. No me podía deshacer de él, me seguía a todas partes. Cada vez que me despertaba con su peculiar “rin” me daban unas ganas horribles de estamparlo en la pared. Pero sabía que eso no era buena idea, porque a parte de que a mi madre no le haría mucha gracia, después me tendría que comprar otro que, seguramente, sería mucho peor que este.
Sabía que esto rondaba por mi cabeza porque no quería darme cuenta de que había llegado el martes y que hoy tenía que volver a ver a Edgar. Ahora no quería pensar en eso, por lo que me levanté de un salto y fui al baño a ducharme.  Me puse una falda y una blusa simple de tirantes, que estrenaba hoy.
Bajé a la cocina. No había nadie allí. Mi madre se había vuelto a ir sin despedirse de mí. Odiaba que hiciera eso. Mis hermanos tampoco estaban, por lo que supuse que estarían arriba arreglándose para irse a clase. Me bebí un vaso de zumo en diez segundos. No podía entretenerme más tiempo. Llegaba un poco tarde.
Enseguida bajo Carla corriendo por las escaleras diciendo algo que no entendí muy bien lo que era. Abrió la puerta de la calle, y se fue. No me dijo ni un simple “buenos días”. “Si es que Carla no cambia” pensé. Subí a la habitación a por la mochila y me encontré a Isaac por el camino. Me dijo que cogiera los cascos porque hoy nos íbamos a ir en moto otra vez. La verdad es que lo prefería, porque no nos sobraba el tiempo.
Cuando llegamos al insti, Isaac me dijo que si veía a Dafne le dijera que en el recreo quería hablar con ella, pero en el camino hacia clase no la encontré. La verdad es que no sabía quién pasaba por mi lado, porque iba mirando al suelo.
De repente me tropecé con alguien y me caí al suelo. Ese alguien me ayudó a levantarme, y cuando alcé la cabeza me topé con su mirada. No había duda, era él: Edgar.
-         Lo siento, Leire, no te había visto. ¿Te has hecho daño?
-         No, no, tranquilo. No pasa nada. Estoy bien, gracias.
-         Oye, ¿por qué ayer cuando me despedí de ti no me dijiste nada? – tenía que inventarme algo que tuviera sentido, ¡y PRONTO!
-         Es que no me encontraba muy bien. Me dolía la cabeza y estaba un poco mareada. – sonó convincente.
-         Pero ya estás mejor, ¿no? – me preguntó preocupado.
-         Si, ya estoy bien, gracias.

Me fui sin decir ni una palabra más. No estaba acostumbrada a mentir, pero no me había salido del todo mal.
Entré en clase y me senté al lado de Nanni y Auro. Ni Edgar ni Ben entraron en el aula en las siguientes tres clases. Cynthia solo hacía que mirar hacia el lugar donde Edgar tenía por costumbre sentarse.

Por fin el recreo. Salimos las tres y nos sentamos en el banco en el que teníamos por costumbre pasar el rato.
-         ¿Sabéis qué? – dijo Nanni de repente. – Ayer me llamó Hugo.
-         ¿Mi hermano? ¿Y qué quería? – preguntó Auro extrañada.
-         Quería ir conmigo hoy al cine.
-         ¿Y tú quieres? – le pregunté.
-         Claro que quiero, pero no quiero darle pie a que piense que puede volver a tener algo conmigo, porque no estoy segura de lo que siento.
-         Pues entonces dile que hoy no puedes, que esta semana la tienes ocupada. Queda con él la semana que viene, así tienes varios días para pensarlo con más paciencia. – tan solo era un consejo, que luego ella decidiera lo que era más conveniente.
-         Creo que haré eso. Gracias Leire.


Seguimos almorzando. En todo el recreo no vimos a ninguno del grupo de Carla ni de Isaac. Claro, estarían como siempre en la cafetería. Vi a lo lejos que Cynthia se dirigía hacia el lugar donde estábamos sentadas nosotras.
-         Leire, ¿puedo hablar contigo? – dijo Cynthia cuando llegó.
-         Si, claro. Disculparme chicas, ahora vengo. – nos fuimos un poco apartadas de mi amigas. - ¿Qué quieres?
-         ¿Sabes dónde está Edgar y Ben?
-         ¿Edgar y Ben? ¿Yo? No, ¿por qué me lo preguntas a mi y no, por ejemplo, a Isaac?
-         Ya se lo he preguntado, y él no sabe nada. Además, como esta mañana te he visto que has estado hablando con él, he pensado que a lo mejor te había dicho algo.
-         No, que va. No tengo ni idea de donde puede estar.
-         Bueno, pues gracias de todos modos. Hasta luego.

Se fue. Buscaba desesperadamente a Edgar por todas partes. Supongo que tendrían que hablar sobre lo que había ocurrido el viernes, o sobre el rumor que se había difundido por casi todo el instituto. Pero me daba igual, no me importaba nada de nada.

Cuando sonó el timbre nos fuimos para clase. Tocaba biología, que era la asignatura que más me gustaba, y más cuando nos tocaba estar en laboratorio como hoy. Íbamos a diseccionar a un pez, para ver el aparato reproductor, así como para estudiar sus vísceras.
Entramos al laboratorio, y la profesora asignó a cada uno en un banco de trabajo. Me tocó al lado de Fanny, una chica de clase de este año con la que apenas hablaba.
-         Hola Fanny, soy Leire. Espero que nos salga bien la práctica de hoy.
-         Nos va a salir de lujo, ya lo verás. Hice lo mismo el año pasado.
-         ¿Es que has repetido? – le pregunté.
-         Sí, iba mal en matemáticas y lengua, y al final, como no las aprobé, pues me hicieron repetir.
-         Vaya…
-         Bueno, vamos manos a la obra, que cuanto antes empecemos, antes terminaremos. – dijo sonriéndome.

La práctica nos salió muy bien. La profesora nos felicitó por ello, por lo que me sonrojé ya que lo dijo delante de toda la clase. Menos mal que Edgar no estaba presente, porque me había puesto de los nervios.
-         Leire, por cierto… - dijo Fanny una vez estábamos fuera del laboratorio. - ¿te apetece venir con mis amigas al cine esta tarde?
-         ¿Con tus amigas? – pregunté sin saber muy bien que me iba a contestar.
-         Si, claro. Es que me has caído bien, y he pensado que a lo mejor te apetecía venirte un rato, pero que si no quieres no pasa nada, ya quedaremos otro día.
-         No, si me parece bien, lo que pasa que iba a quedar con mis amigas esta tarde. – no era del todo seguro.
-         ¿Con Nanni y Auro? Es que Auro no me cae muy bien…- dijo mirando para otro lado.
-         Am, pues entonces iré yo sola, no te preocupes.
-         Vale, genial. Pues a las cinco y media en el parque, ¿de acuerdo?
-         Allí estaré. – dije sonriendo.

Nunca había hablado con Fanny y de repente me había invitado a ir al cine con ella y sus amigas. Ni siquiera sabía quien eran sus amigas, porque nunca me había fijado con quien se juntaba. No le iba a decir a mis amigas que había quedado con Fanny, porque no le podía decir a Auro que no le caía del todo bien, pero no era del todo seguro que esta tarde quedáramos para ir al parque.

Cuando salí de clase, me despedí de mis amigas y casi sin decir nada más me fui hacia donde mi hermano había aparcado la moto. No lo había visto en toda la mañana. Pero allí estaba, junto con Ben. Miré alrededor, pero no veía a Edgar por ninguna parte.
-         Hola chicos. – dije alegremente.
-         Hola Leire, ¿cómo estás? Es que me ha dicho Edgar que ayer te encontrabas un poco mal – ¿por qué se lo había contado Edgar?
-         Bien, gracias, ya estoy mejor. – Isaac me miró con cara extraña, pero no dijo nada. – Por cierto, ¿dónde habéis estado toda la mañana? Porque no os he visto por clase, y a ti, Isaac, no te he visto en el recreo.
-         Es que Edgar se encontraba algo mal y se ha ido a casa, y nosotros nos hemos escaqueado y hemos estado en el bar de enfrente del instituto tomándonos unas cañas. – se sinceró Ben.
-         ¿Toda la mañana? Vaya, si que perdéis vosotros el tiempo… - miré al suelo porque no me quería topar con la mirada que Isaac seguro que me estaba echando en ese momento.
-         Bueno, Ben tío, nos vamos a casa a comer, ¿te veo esta tarde? – dijo Isaac.
-         Si, esta tarde me paso por tu casa y echamos una play.
-         Echo. Allí te espero.

Nos pusimos los cascos. Esperaba que aunque Isaac se hubiera tomado unas cervezas, estuviera en condiciones como para llevar la moto. No le noté nada extraño, por lo que me subí tranquila.

Mientras Isaac aparcaba la moto en el garaje, yo entré en casa. Saludé a mi madre que estaba en la cocina y subí al cuarto a dejar las cosas. Bajé a la cocina, donde ya estaban todos poniendo la mesa. Me eché un vaso de agua y me senté en la mesa.
-         ¿Qué tal las clases hoy, hijos? – preguntó mi madre mirando a todos.
-         Muy bien, mamá. A Isaac también se le han dado bien, ¿verdad? – le dije mirando a Isaac, y éste me contestó dándome un pisotón que hizo que pegara un blinco.
-         Claro. – dijo sonriendo para que mi madre no percibiera nada extraño.
-         ¿Y a ti Carla, cariño? – dijo mirándola.
-         Muy bien, mamá. Un poco ya agobiada con el tema de la selectividad. Todos los profesores nos están agobiando ya para que no nos dejemos.
-         Eso está muy bien. Este curso tienes que ponerte las pilas, ¿eh?
-         Si, mamá, no te preocupes, que lo voy a sacar todo y con buena nota. – mi madre asintió satisfecha.
-         Por cierto mamá, está tarde vendrá a casa Ben y a lo mejor Edgar a pasar la tarde aquí, ¿vale? – miré a Isaac desconcertada. Edgar no estaba dentro del plan.
-         Muy bien Isaac.

Cuando terminé de comer me fui a mi cuarto. Me tenía que arreglar para la tarde. A las cinco y media había quedado con Fanny en el parque. En ese momento sonó el teléfono de casa. Como tenía un inalámbrico en mi habitación lo cogí yo:
-         ¿Sí?
-         ¿Leire? – una voz masculina que preguntaba por mí, eso si era raro.
-         Si, soy yo. ¿Quién eres? – pregunté intrigada.
-         Hola, soy Edgar. – no me lo podía creer. - ¿Está Isaac por ahí? – que preguntara por Isaac ya era más normal.
-         Esta abajo, en el salón. Espera que le llamo.
-         No, da igual, no te molestes. Era para decirle que esta tarde me apunto al plan que tenían pensado.
-         Pues el plan que tenían pensado era que Ben  se viniera aquí a casa para echar unas partidas a la videoconsola.
-         De acuerdo, pues sobre las cinco estaré allí. Díselo, ¿vale?
-         Claro, ahora mismo se lo digo.
-         Hasta luego Leire. Luego te veo.

Colgó. Bajé al comedor a decírselo a Isaac. Edgar iba a estar en mi casa a las cinco, aunque yo me iba a ir poco después. Mejor. Así no tendría tiempo de estar con él. Lo prefería. Cuanto antes me olvidara de él, mejor.
Volví a subir a la habitación, pero no pude cambiarme de ropa porque el teléfono volvió a sonar.
-         ¿Sí? – volví a decir.
-         Hola Leire, soy Nanni. Oye, ¿te apetece venirte esta tarde a mi casa? Ya se lo he dicho a Auro y le parece bien. Así hacemos tarde de chicas: vemos una peli, comemos palomitas, hablamos de chicos…vamos, lo de siempre. ¿Te apuntas? - ¿y ahora que hago? Tenía que mentirle obligatoriamente. No quería, pero no había otra salida.
-         Pues la verdad es que no me encuentro muy bien, Nanni. Me duele bastante la cabeza, y quería acostarme un rato.
-         Bueno, pues acuéstate y luego te vienes, ¿o qué? – me lo estaba poniendo muy difícil.
-         No, de verdad. No pasa nada, quedar vosotras, y ya me apuntaré yo a la siguiente, ¿si?
-         De acuerdo. Mejórate y mañana nos vemos. Un beso L.
-         Hasta mañana N.

Desde que nos conocimos nos gustaba llamarnos por la inicial de nuestro nombre, pero a la altura que íbamos creciendo, esa costumbre iba desapareciendo.
Por fin, pude cambiarme. Para esa tarde elegí unos pantalones pitillo, y una camiseta larga bastante resultona. Me pinté un poco. Quería estar guapa para las amigas de Fanny. Esperaba que les cayera bien también a ellas, pero no estaba del todo segura.

Miré el reloj: las cinco menos cinco. Ben y Edgar estaban al caer. Me empecé a poner nerviosa. ¿Por qué? No había motivos para estar nerviosa, tan solo venían dos amigos de Isaac. “Si, pero uno de los amigos te gusta mucho, recuérdalo Leire.” “Cállate” dije en voz alta dirigiéndome a mi misma.
Llamaron al timbre. Pude oírlo desde mi habitación. Ya me estaba volviendo otra vez a poner nerviosa. No sabía que hacer. Respiré hondo y abrí la puerta de mi cuarto. Bajé las escaleras despacio viendo donde pisaba en casa momento. En el salón vi que estaban Edgar y Ben junto con Isaac montando la consola. “Si paso rápido, ni me verán” pensé. Me dirigí sin decir palabra hacia la puerta.
-         Leire, ¿dónde vas? – MIERDA, era Isaac. Ya no había escapatoria. Tenía que acercarme a donde estaban ellos.
-         Hola chicos. Isaac, es que he quedado y me voy al cine.
-         ¿Con quién? - ¿qué debía de contestar? Tarde o temprano se iban a enterar.
-         Con Fanny y sus amigas.
-         ¿Con Fanny? – preguntó Edgar con intriga.
-         Si, ¿qué pasa?
-         Nada, nada. No pasa nada. – dijo mirando al suelo. Era un poco extraño que hubiera tenido esa reacción.
-         Bueno, pues nada Isaac, me voy, ¿vale? Que ya llego algo tarde. Que paséis una buena tarde, chicos.
-         Hasta luego, Leire. – se despidió Ben.

Me fui cerrando la puerta de una forma sonora. Me pareció algo raro que Edgar preguntara que si me iba con Fanny. No sabía por qué lo había hecho, pero me iba a enterar.
Cuando llegué al parque, aún no había nadie allí. Pero me hicieron esperar poco, porque a los pocos minutos apareció Fanny rodeada de un grupo de unas tres chicas. Me empecé a poner nerviosa. Era muy vergonzosa, y más con gente que no conocía de nada.
-         Hola Leire, ¿qué tal? Mira, te presento a Raquel, Jess y Karen. – cada una de las amigas de Fanny me dieron dos besos. Se parecían las cuatro mucho en la forma de vestir, y en los complementos que llevaban: falda, camisetas ceñidas marcando su figura, y bolso a juego.
-         Hola chicas. Encantada de conoceros. No sabía muy bien si venir o no, porque me daba algo de vergüenza. – dije mirando al suelo.
-         Que tonta eres, Leire. – me dijo Fanny agarrándome por el hombro. – Más vale que nos vayamos ya para el cine, porque o si no llegaremos tarde a la sesión de la película que queremos ver.

Nos dirigimos hacia el centro comercial. Me sentía un poco incómoda con ellas, porque las tres hablaban de temas en los que yo no podía opinar. Además, me sentía mal porque había mentido a mis amigas, y eso no era propio de mí. Pero seguro que Nanni y Auro quedaban por su parte a solas, y no me llamaban. No estaba del todo segura de que eso fuera cierto, pero lo pensaba. Me habían hecho algunas cosas, como lo de no cogerme ninguna de las dos el móvil el domingo, y eso corroboraba mis ideas de que me mentían.
Cuando llegamos a los cines, las chicas eligieron una película que no había oído anunciar, aunque ellas me dijeron que habían oído comentarios de ella de que estaba bastante bien. Entramos y nos sentamos en donde nos dijo el acomodador. La sala no estaba demasiado llena. A unos asientos más adelante pude ver a un chico que me sonaba su cara, pero no sabía relacionar de qué. Empecé a pensar… ¡Claro! Ya sabía de qué lo conocía. Me acerqué hasta él y le llamé tocándole en el hombro:

-         ¡Dani!
-         Hola Leire, que alegría verte. – enseguida se levantó a darme dos besos. - ¿Qué haces tú por aquí?
-         Aquí, con unas amigas a ver la película. – señalé a Fanny y las demás. El giró la cabeza para ver de quien se trataba.
-         ¿Vienes con Fanny?
-         ¿La conoces? – pregunté intrigada.
-         Sí…pero no mucho. – dijo agachando la cabeza. ¿Qué pasaba con Fanny que todo el mundo la conocía? – Bueno, más vale que te vayas sentando porque la película va a empezar.
-         Vale. Me alegro de verte, Dani. Cuídate.
-         Hasta luego, Leire.

Vi como llegaba una chica al lugar donde estaba Dani. Supongo que sería su novia, o tan solo una amiga. Era un chico muy simpático, pero me había dejado intrigada respecto a  lo de Fanny.
         Cuando terminó la película, dirigí la mirada hacia donde estaba sentado Dani, pero allí no había nadie. No había visto cuando se había ido. Me entristeció que no se hubiera pasado por mi lado para despedirse. “Tendría prisa” pensé.
         Nos levantamos y nos fuimos dirección a casa.
-         La película ha estado muy bien. – dijo Karen.
-         Si, y sobretodo el protagonista, que como estaba… - dijo Raquel.
-         Tampoco era para tanto. – dijo Jess.
-         Pues yo le hacía algún que otro favor, la verdad. – dijo Fanny. -¿O no, Leire?
-         ¿Eh? Sí, claro. – no sabía ni de lo que estaban hablando.
-         Por cierto, ¿de qué conoces tú a Dani? – me preguntó Fanny.
-         Mira por dónde, yo te iba a preguntar lo mismo.
-         Pues conozco a Dani porque estuve saliendo algún tiempo con él. – INCREIBLE. – Pero me dejó y se fue con Carla. – ahora sí que era increíble. ¿Dani había estado con mi hermana? De lo que se entera una. - ¿La conoces?
-         ¿Qué si la conozco? Es mi hermana. – no sabía muy bien si lo tenía que haber dicho.
-         Qué pequeño es el mundo, ¿no? – dijo Jess mirando sorprendida a Fanny.
-         Si, la verdad es que si. Pero yo no soy como Carla. – añadí yo antes de que pudieran decir algo.
-         Eso espero. – dijo Fanny con una sonrisa malévola en sus labios.

No comentó nada más con respecto a Carla. No estaba del todo segura, pero pensaba que mi hermana no le caía del todo bien a Fanny y a sus amigas. Y era normal, si le iba quitando los novios a todo el mundo… ¿Entonces no había estado solo con Eric? Yo siempre había pensado que sí.
Cuando llegamos al parque nos despedimos todas y cada una se fue dirección a su casa. No era tarde, tan solo las ocho de la tarde. Me podría pasar por casa de Nanni para ver si aún estaban allí, pero no tenía ganas de volverles a mentir, por lo que descarté ese plan. Así que me fui directa a mi casa.
Cuando llegué aún estaban en el salón Isaac junto con Ben y Edgar. No me acordaba de ellos. Tenía que intentar hablar con Edgar sin ponerme roja y sin que mi corazón se acelerara cada vez que él me mirara o me dirigiera una simple palabra.
-         Hola chicos, ya estoy aquí. – dije mientras me sentaba en una silla. Al lado de Edgar había un sitio libre, pero no fui capaz de estar tan cerca de él. “Poco a poco, Leire” pensé.
-         Hola, enana. Has llegado pronto, ¿no? – dijo Isaac sin apenas mirarme. Estaba demasiado concentrado en el partido de fútbol que estaba jugando contra Ben.
-         Hombre, pues son las ocho y cuarto ya, la verdad. – dije mientras jugueteaba con mi pelo. Sentía los ojos de Edgar clavados en mi cara.
-         Como pasa el tiempo, joder. – dijo Ben.
-         En nada nos vamos a ir Ben, que ya es tarde. – comentó Edgar.
-         ¡Eh, tíos! – dijo Isaac mientras ponía en pausa el partido. – Os podríais quedar a cenar, que mi madre no está.
-         ¿Y dónde se ha ido? – pregunté intrigada.
-         Se ha ido a casa de Rita, que le ha llamado diciéndole que estaba de depresión  y se iban a ir a cenar fuera.
-         ¿Y Carla? – volví a preguntar.
-         Joder, que preguntona estás hoy, enana. Ha aprovechado que mamá no está y se ha ido a cenar con Eric a su casa, que sus padres tampoco estaban.
-         Vaya. – dije temiéndome en lo que iba a pasar como mi madre se enterara de eso. No le gustaba que saliéramos cuando al día siguiente teníamos clase.
-         Así que, os podéis quedar a cenar, que a Leire no le importa, ¿verdad? – dijo Isaac mirándome con cara amenazante.
-         A mí me da igual, chicos. Os podéis quedar. – dije mirando directamente a Edgar.
-         ¿Tenéis cervezas Isaac? Que esta serie de cenas, se hacen con cerveza, si no pierden su gracia. – dijo Ben riéndose.
-         Pues no sé. Leire, mira haber si hay, por fa.

Me levanté y me fui a la nevera. La abrí. Revisé todos los estantes, y tan solo había dos cervezas. Me dirigí de nuevo al salón y se lo comenté a Isaac.
-         Pues vamos en un momento al supermercado y compramos algunos litros. – propuso Edgar.
-         Eso estaría bien, pero Ben y yo estamos en pleno partido. – dijo Isaac. Me estaba temiendo lo peor. – Leire, acompaña a Edgar, anda, y te dejo que bebas cerveza.
-         Yo no quiero cerveza, pero le voy a acompañar igualmente.
-         Claro eso dices ahora. Gracias Leire.

Nos levantamos los dos y salimos a la calle. No sabía de qué podía hablar con él. El supermercado estaba debajo de mi casa, por lo que no tuvimos que andar mucho. Entramos, cogimos un carro y nos fuimos directos a la sección de las bebidas.
-         ¿Qué compramos botes, o botellas de litro? – le pregunté. De algo tendríamos que hablar, ¿no?
-         Yo creo que mejor botes de medio litro, ¿o qué? Porque tú vas a querer, ¿o no? – me miró directamente los ojos. Con esa cara no podía decirle que no.
-         Si, alguna me beberé. – le dije sonriendo.
-         Ya sabía yo que… - dijo riéndose. – Todas sois iguales, decís que no os gusta, que no queréis y luego sois peores que nosotros.
-         Eso no te lo crees ni tú. – le dije a la vez que le daba una colleja.
-         Entonces, cogemos doce botes. – dijo echando las latas al carro que habíamos cogido.
-         Vale, aunque yo creo que va a sobrar.
-         No sabes con quién estás hablando. – dijo acercándose a mi cara. Mis mofletes estaban cogiendo algo de color, porque notaba el calor en mi piel. – Creo que te estoy intimidando.
-         Un po poco. – dije tartamudeando. Siempre me pasaba cuando me ponía muy nerviosa.
-         Si es que eres más guapa... – me cogió de la mandíbula con una de sus manos y me dio un beso en la cara. – Ahora sí que estás roja. Me encanta. – me soltó sonriendo.

Cogió el carro. Yo seguía parada en el mismo sitio donde había estado los últimos minutos. ¿Por qué hacía eso? Me había dicho que era guapa, y encima había comentado como si nada “Me encantas”. A una persona que no te gusta no le dices semejantes palabras. Día a día, Edgar conseguía confundirme un poco más.
Le perdí de vista. Se había ido con el carro, y yo aún permanecía en la sección de bebidas. Me fui hacia la caja, porque supuse que estaba pagando, aunque allí no lo encontré. Lo busqué y lo encontré en la sección de bebidas alcohólicas. “No te pases, Leire, aquí no caigas”. Otra vez estaba ahí mi conciencia diciéndome lo que debía y no debía hacer.
-         ¿Qué haces aquí, Edgar?
-         He pensado que para después de la cena podíamos bebernos algunos chupitos de algo. ¿Qué piensas? – dijo mientras miraba las diferentes bebidas que había en aquella sección.
-         ¿Quieres saber lo que pienso? Pienso que mañana hay clase, y no es un buen plan. – dije mirando hacia ambos lados de aquel pasillo. Es el supermercado en el cual mi madre compraba todos los días, y la gente me conocía. No quería que ningún vecino me viera, y se lo dijera a mi madre. Aunque a aquellas horas, apenas había gente en aquel sitio.
-         Yo pienso que es un plan estupendo. – dijo mientras cogía una botella y la metía en el carro. Cuando la dejó pude ver que era Vodka.

Fuimos hacia la caja. Seguramente nos pediría el DNI, porque justamente la cajera que había era un poco antipática. Además, a mí me conocía y sabía que tenía 15 años. Pusimos las cosas en la cinta. Cuando vio todo aquello se nos quedó mirando. Vi como Edgar le ponía ojitos y ella cobró las cosas sin decirnos nada más. Cogimos las bolsas y nos fuimos para casa.
-         Te has querido ligar a la cajera, que te he visto. – le dije mientras cogíamos el ascensor.
-         Era por una buena causa, aunque si hubieras estado tú te hubiera pedido hasta el móvil. – dijo mientras apretaba el botón del ascensor y soltaba una risotada – Por cierto, luego me das tu número que no lo tengo.
-         Claro, porque nunca me lo has pedido. – dije mientras las puertas del ascensor se abrían. Me cogió del brazo antes de que pudiera salir. Me giré y me quedé mirando el brazo que me estaba agarrando.
-         Pero me lo darás, ¿no? – dijo mirándome a los ojos.
-         Si me sueltas, puede que sí. – me soltó de inmediato. Salí del ascensor mientras él me seguía.

Abrí la puerta de casa. Isaac estaba en la cocina preparando la cena, mientras que Ben ponía la mesa. “Que chicos más apañados” pensé. Dejamos las bolsas en la encimera de la cocina. Isaac se alegró al ver tantas cervezas. “Esta noche va a ser buena” dijo Ben.
Nos sentamos todos alrededor de la mesa. Mi hermano había echo para cenar unas pizzas que mi madre guardaba en el congelador para casos como estos. Nos abrimos cada uno una lata de cerveza y entre risas se nos hizo las once de la noche y con todas las cervezas vacías encima de la mesa.
-         Ya sabía yo que al final Leire iba a beber algo más de una cerveza. – dijo Edgar. La verdad es que llevaba dos, es decir, me había bebido un litro. Iba bastante mareada.
-         Si es que te puedes fiar poco de mi hermana. – dijo Isaac mientras recogía la mesa. Quería ayudarle, pero no me atrevía a levantarme.
-         ¿Cuándo va a venir Carla? – pregunté mientras apoyaba la cabeza en mi brazo que se encontraba encima de la mesa.
-         Eso, eso, ¿cuándo va a venir Carla? Porque está tremenda… - dijo Ben resoplando.
-         Los tíos siempre pensando en lo mismo. Vosotros si que sois todos iguales. – dije sin levantar apenas la cabeza.
-         Eso no te lo crees ni tú. – era Edgar, que me miraba desafiándome.
-         Pero si habéis comprado Vodka también. – dijo Isaac mientras sacaba la botella de una bolsa de plástico. Puso unos vasos de chupito encima de la mesa. – Pues habrá que abrirla, ¿no?
-         Hacer lo que queráis, pero conmigo no contéis porque mañana hay clase y ya me he pasado. – no quería pasarme, aunque ya lo había echo. Pero no quería perder más el control.
-         Va, Leire, no me falles ahora, que lo estamos pasando bien. – era Edgar, y estaba claro que así no me podía negar. Este chico me iba a matar algún día.
-         Esta bien, pero solo uno, y me voy a acostar.

Nos bebimos todos uno de golpe. Era lo más malo que había probado en mi vida. No entendía como me había dejado convencer. Puse cara de asco, e Isaac soltó una risotada. Tendría que ser gracioso verme la cara que ponía cuando algo no me gustaba. No lo podía remediar, me salía solo.
Me levanté para irme a la cama como había prometido, pero en ese instante alguien abrió la puerta de casa. Guardamos corriendo todo en una bolsa y lo escondimos debajo de la mesa, y nos sentamos alrededor de la mesa como si estuviéramos tranquilamente charlando del instituto. “Por favor, que no sea mamá” pensé.
Nos quedamos mirando todos hacia la puerta para saber quien había entrado en la casa. Y como siempre, Carla hizo una espectacular entrada. Todos resoplamos como símbolo de tranquilidad, y volvimos a sacar todo de debajo de la mesa.
-         ¿Qué estáis haciendo? -  preguntó Carla mirándonos a todos.
-         Pues lo que ves, tomándonos aquí unos chupitos en plan amigos. ¿Te apuntas, hermanita? – era Isaac. Iba bastante contento y eso se le notaba porque no paraba de mirar a Carla de arriba abajo. Aunque fueran hermanos, siempre he pensado que si no hubiera esa relación de parentesco, Isaac le encantaría salir con Carla.
-         Bueno, me vendrá bien para relajarme, porque con Eric cada vez estoy peor.
-         Pero si me dijiste que no estabas con él, ¿no? – pregunté intrigada.
-         Claro que no estoy con él, pero no para de pedirme que por favor volvamos, que no puede vivir sin mí. – dijo Carla mientras se llenaba un vasito de Vodka y se lo bebía de un trago sin poner cara de desagrado.
-         Dile que no, que así estás muy bien, Carla. – era Ben. Estaba claro que algo le gustaba Carla.
-         Claro que sí. Así voy a seguir. – se echó de nuevo otro chupito y se lo bebió de un trago. Yo la miraba perpleja.
-         Ahora si que me voy ya. Os dejo aquí a Carla que seguro que os tiene que contar muchas cosas. – dije levantándome de la silla. – Mañana nos vemos en clase chicos. Buenas noches.

Me despedí dando un beso al aire. Isaac me dijo que ellos se quedarían un rato más. Le contesté que a mí no me importaba, pero que no se acostaran tarde por si acaso aparecía mamá antes de lo esperado, aunque no lo creía.
Me costó bastante subir las escaleras. Oí como Ben decía algo en la cocina, y todos se reían. Entré en mi habitación y me puse el pijama. Cuando estaba dejando la ropa encima de una silla oí como alguien llamó a la puerta. Sería Carla o Isaac por lo que contesté con un “adelante” sin prestar mucha atención. La puerta se abrió y me giré. Ahí estaba Edgar apoyado en el marco de la puerta.
-         ¿Qué haces aquí? – le pregunté.
-         ¿Puedo pasar? – me dijo mirándome con cara de niño malo.
-         Claro. Pasa. – entró y cerró la puerta. – ¿Ahora te puedo preguntar ya qué haces aquí?
-         Si, claro. Vengo a que me des tu número de teléfono, me lo has prometido en el ascensor. – mientras decía esto se mordió el labio.
-         ¡Ah! Ya se me había olvidado. Espera. – cogí un papel que había en mi escritorio. Estuve a punto de escribirle mi verdadero número, pero pensé que estaría bien hacerle sufrir, por lo que me inventé uno. – Aquí está.
-         Gracias Leire. Por cierto, te podrías haber quedado algo más de tiempo ahí abajo con nosotros, ¿no?
-         Si, pero es que si me quedo seguro que me convencéis para que siga bebiendo, y ya voy demasiado mareada. – dije mientras intentaba sentarme en el borde de la cama, pero calculé mal y me caí al suelo. Enseguida  vino Edgar y me ayudó a levantarme y a sentarme en la cama. - ¿Ves? No puedo beber más.
-         La verdad es que vas un poco… - se empezó a reír.
-         No te rías, que a mí no me hace ninguna gracia. – le di un manotazo en el brazo.
-         Es una lástima que no quieras estar con nosotros abajo más tiempo, porque esta noche me lo he pasado muy bien contigo. – se sentó al lado mío.
-         Me alegro. Yo también me lo he pasado bien. – le sonreí tímidamente.
-         ¿De verdad? – se acercó algo más a mi. Estaba demasiado cerca. Podía oler su colonia, ver de muy cerca sus preciosos ojos verdes y poder observar como me apetecía en esos momentos besar esos jugosos labios.
-         Si, de verdad. – sentí de nuevo que mis mofletes adquirían un tono sonrojado.
-         Ya te estás ruborizando de nuevo. – sentía que lo hacía a propósito. Él seguro que sabía de sobra que me gustaba.
-         Si, es que soy muy vergonzosa. – miré al suelo.
-         Por eso eres tan guapa… Buenas noches. – se acercó y me dio un beso en la mejilla, aunque algo cerca de mis labios.
-         Buenas noches. Hasta mañana. – se levantó y se fue.

Él sabía de sobra que me gustaba, por eso creaba todas esas situaciones en las que yo enseguida me ponía colorada. Pero no entendía porque lo hacía. Le gustaría verme como me ponía nerviosa ante sus encantos. Pero no se podía poner tan cerca de mí, y después darme un simple beso en la mejilla, porque quien hubiera visto esta escena desde fuera hubiera pensado que después de esa conversación venía una beso. Yo se lo hubiera dado, pero no era tan tonta como para arriesgarme, porque seguramente él me hubiera apartado la cara, ¿o no? No lo sé. Estaba muy confusa. Pero pasara lo que pasase iba a esperar a que fuera él el que me diera el beso, no iba a caer en su trampa, aunque pensaba que eso nunca iba a suceder. Pero no podía aguantar más este tipo de situaciones, me ponía enferma.
Por otro lado, no se si había actuado bien dándole un número falso. Por su culpa, había sufrido durante bastantes años, y más estos últimos días, por lo que se lo merecía. Ahora me tocaba a mí ser la mala de la película. Además, no pensaba que nunca me fuera a llamar.
Me acosté. Aún les oía abajo reírse y hablar más alto de lo normal, pero duró poco porque en apenas unos minutos me dormí.

1 comentario:

  1. Hola!!!! ya me había leido tu novela en el otro blog, pero me la estoy volviendo a leer xD me encanta :D
    Besiiis

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